Esta Orden nació en
una época en que la Casa de Borgoña se alzaba con gran
fausto, orgullosa de su poder, pretendía convertirse poco menos
que en árbitro de Europa. Felipe "el Atrevido" había
recibido en feudo de su padre el rey de Francia, los Estados de Borgoña.
Su hijo Juan, "el Intrépido", o "sin Miedo ',
hombre muy soberbio, se mezcló en todo tipo de rencillas habidas
durante la regencia de Carlos VI y con motivo de la estupidez del
rey, al que se le juzga históricamente como un imbécil
total, y los desvaríos de la reina, contando con la fuerza
de su bando creyó que había llegado el momento de quitar
de enmedio a su competidor para el Trono francés, el duque
de Orleans, alzándose con el dominio de Francia. Ocurrió
que el delfín francés fue más listo que él
(a pesar de que por entonces sólo tenía dieciséis
años) y lo citó para celebrar una pacífica entrevista.
Juan "el Intrépido" no sospechó la posible
encerrona, lo que le costó la vida porque en el lugar donde
debía reunirse con el delfín, este lo hizo asesinar
en su presencia y a la luz del día, sin el menor recato e importándole
muy poco que hubiera numerosos testigos del crimen. Sucedió
al muerto en el dominio de los ricos Estados de Borgoña su
hijo Felipe, apodado "El Bueno", joven de veintitrés
años, tan orgulloso como su padre, muy bien parecido y con
fama de inteligente y poseedor de un gran talento. Desde el primer
instante tuvo por empeño vengarse de los asesinos de su padre.
Su primera esposa era Micaela, hermana del delfín de Francia,
promotor del crimen siendo su suegro, por tanto, el rey de Francia.
Felipe apeló a todo para obtener justicia: Y así el
Parlamento francés, la nación entera estuvo de su parte.
De este modo, llevó la guerra a Francia cuyos habitantes en
lugar de ofrecerle resistencia, lo fueron acogiendo con simpatía.
Hizo desenterrar el cadáver de su padre trasladándolo
con gran pompa a Borgoña donde lo hizo enterrar en la catedral
de Dijón, en un suntuoso sepulcro. Entretanto, el delfín,
desterrado de la corte de París, consciente del peligro que
le amenazaba, levantó tropas para oponerse a Felipe, mientras
el rey de Francia, Carlos VI, continuaba sin apercibirse de cuanto
ocurría, sumido en su imbecilidad. Felipe de Borgoña
iba rompiendo paulatinamente los lazos de vasallaje que unían
Borgoña a Francia. Tras la muerte de su primera mujer contrajo
segundo matrimonio con Viona de Artois, hija del poderoso conde de
Nevers, lo que acrecentó su poder. Muerto el rey Carlos VI,
ascendió al trono de Francia el delfín, con el nombre
de Carlos VII. Pero la venganza entre éste y Felipe de Borgoña
continuaba. El borgoñón, viudo por tercera vez, casó
con con la hija de Juan I, rey de Portugal. Fue entonces cuando, en
la cima de su poder, Felipe "el Bueno" creó la Orden
del Toisón de Oro, como símbolo de su vanidad satisfecha
al colocarse como monarca independiente de Francia y obligando al
rey de aquel país, Carlos VII, a retractarse públicamente
de cuantas ofensas le había inferido. Crecieron los dominios
de Borgoña, bien por alianzas, bien por medio de la conquista.
Ídolo de sus pueblos, murió Felipe sin que pudiera llevar
a cabo el último ideal de su vida: organizar una cruzada contra
los turcos. La Orden del Toisón de Oro se fue concediendo a
algunos príncipes y reyes extranjeros: en los Países
Bajos, en Alemania y a los reyes de Aragón y de Navarra. Muerto
Felipe "el Bueno" heredó el título de Gran
Maestre y jefe soberano del Toisón de Oro, su hijo Carlos,
al que la historia conoce con el sobrenombre de "El Temerario",
Duque de Borgoña. La vida de este hombre justificó su
apodo. La muerte le sobrevino ante las murallas de Nancy, en el año
1.477, plaza a la que había puesto sitio. Durante su vida,
puso todo su empeño en potenciar la Orden del Toisón
de Oro revistiéndola de gran pompa y aparato, concediendo los
collares a aquellos monarcas extranjeros en los que buscaba las alianzas
para sus ambiciosos planes. Tras su muerte y por diversas vicisitudes
que no hace al caso resaltar aquí, el Ducado de Borgoña
pasó a poder de Francia, pero no así los Países
Bajos donde el emperador germánico, Federico, impuso su dominio,
reservándose la potestad de ser el supremo jefe de la Orden
del Toisón de Oro, al tiempo que preparaba la sucesión
del Imperio en la persona de su nieto, el más tarde emperador
Carlos V de Alemania y rey de dicho nombre, I de España: pasando
en el ínterin por Felipe "el Hermoso", padre del
anterior. Bien conocida es la vida del emperador Carlos V. Su venida
a España, las revueltas de las Comunidades y las Germanías,
su exaltación al Imperio, sus contiendas con la Santa Sede,
sus guerras con Francisco I de Francia, sus empresas contra los infieles
en Hungría, Argel y Túnez, sus negociaciones con los
protestantes alemanes y finalmente su abdicación nacida de
la enfermedad, en la persona de su hijo Felipe II. He aquí
como la Orden del Toisón de Oro, nacida en Borgoña vino
a parar a un rey español que se constituyó, por la herencia
paterna, en su jefe supremo. Durante la época de Carlos V recibieron
el collar de la Orden del Toisón de Oro muchos reyes, príncipes
y altos señores de la nobleza. Los reyes de Portugal, de Escocia,
de Polonia y de Dinamarca, los soberanos del Palatinado, de Sajonia,
de Baviera, de Brandeburgo y de Nassau. Los representantes de las
casas de Farnesio, Médicis, Gonzaga y Saboya, el célebre
Andrea Doria, el duque de Egmont, el marqués del Vasto, el
duque de Alba y el rey de Francia Francisco I.
De siempre, el emperador Carlos V tuvo mucho cariño a la Orden
del Toisón de Oro, por ser de Flandes, donde nació y
fue educado. Con la muerte de Felipe II se inició lo que ha
dado en llamarse la decadencia española. Tal cosa repercutió
en la Orden del Toisón de Oro que, conforme iba abandonando
su condición de flamenca tomaba la insignia o estandarte de
la religión y de bando en la prolongada lucha que dividía
a Europa entre católicos y protestantes. Concluyó como
cuerpo independiente y con facultades propias. No volvieron a reunirse
sus Capítulos y finalmente quedó reducida a un premio
de lealtad, recompensa de servicios, trofeo de victorias, ya casi
nada flamenca y enteramente española. Tres innovaciones se
llevaron a efecto en la Orden, ya bajo la soberanía del rey
de España Fernando VII: La primera, la admisión en ella
de personas no católicas, la segunda la concesión de
entrada al Tocador de la Reina (y por tanto en la Real Cámara)
y la tercera, la creación de una insignia o distintivo para
los miembros del Toisón de Oro. Hoy en día, de igual
manera que se han reducido los privilegios de la Orden, se han ido
simplificando las formalidades exigidas en la misma.
Otorgarla sólo depende del jefe supremo de la misma, efectuándose
el nombramiento por medio de un Real Decreto. Aquel a quien ha sido
otorgada queda exento de prestar juramento, pero continúa siendo
tan codiciada como en los ya lejanos tiempos en que fue instituida
por Felipe "el Bueno", Duque de Borgoña. Escudo con
el Toisón de Oro de uno de los nobles que asistieron al Capítulo
General de la Orden celebrado en la catedral de Barcelona, en cuyo
coro figuran otros muchos escudos nobiliarios.
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