Esta congregación religiosa
tiene una fecha, el de junio de 1.819 que jamás olvidarán
cuantos en ella se encuentran integrados. Porque es entonces cuando
Juan María Robert de la Mennais, Vicario Capitular de Saint-Brieuc
y Gabriel Deshayes, párroco de Auray y Vicario General de Vannes,
se ponen de acuerdo y ambos firman en Saint Brieuc el tratado de unión
que les asegura la convergencia de sus esfuerzos y que no son otros
y según sus palabras, que luego confirmaron con sus hechos,
"de procurar a los hijos del pueblo, especialmente a los del
campo bretón, maestros profundamente piadosos". Pero maestros
que no solamente enseñen la religión de Cristo, sino
también educadores que hagan salir a la masa de campesinos
del abrumador analfabetismo en que se encuentran. Para resumirlo con
muy pocas palabras: enseñar al que no sabe.
Así de fácil y así de sencillo sobre el papel,
pero más difícil de lo que pueda suponerse en la práctica
si se tiene en cuenta la época en que esta congregación
fue fundada. Que se iban a encontrar con numerosos inconvenientes
en su camino, no lo ignoraban ninguno de los dos fundadores, pero
animados por su fe, no dudan en entregarse con todo su ardor a la
obra naciente. Para eso, la primera emisión del voto de obediencia
tiene lugar en el retiro común de Auray, el 15 de septiembre
de 1.815. Ahora lo que resta es el trabajo, la labor misionera de
educación llevada hasta sus últimos límites sin
reparar en los sacrificios y menos en los inconvenientes humanos.
Es por eso que la naciente Congregación de los Hermanos de
la Instrucción Cristiana crece rápidamente. Pero hace
falta un centro. Y es Francia a la adquisición de un edificio
por el Padre Deshayes, como el Padre de la Mennais convierte a Ploermel,
a partir de noviembre de 1.824, en el centro de la Congregación.
Naturalmente, en un principio, las condiciones fueron muy precarias
y no hace falta hacer un gran esfuerzo de imaginación para
saberlo. Numerosos obstáculos se hacen presentes y, sin embargo,
la nueva Congregación, animada por sus fundadores, se pone
en movimiento y del centro parten los jóvenes para llevar a
las regiones más abandonadas de Francia no sólo la luz
del Evangelio, sino también movidos por la intención
de enseñar las primeras ciencias profanas. Hay que enseñar
a leer y escribir a los que no saben.
¿Francia solamente?. No, esto sería reducir su campo
de acción y lo que la nueva Congregación desea es hacerse
presente en todo el mundo porque sus fundadores no ignoran que la
ignorancia es general en muchas partes y esa ignorancia es a la que
hay que vencer siendo aquel que la recibe blanco, negro o amarillo,
que el el color de piel no cuenta para el verdadero cristiano. Así
que son muchos los jóvenes miembros de la Congregación
los que impulsados por su entusiasmo, cruzan el océano y los
mares, para llevar a los pueblos atrasados de América, y África
los conocimientos de los que tan necesitados se encuentran. Debió
ser una lucha titánica, pero la Congregación continuó
adelante. No obstante y aunque ya en la plena seguridad de futuro
del Instituto al que ha consagrado su vida, y rodeado del afecto de
los ochocientos cincuenta y dos Hermanos y de las Hijas de la Providencia
de Saint Brieuc, una Congregación religiosa que también
ha fundado Jean Maríe Robert de la Mennais piensa que que la
obra todavía no es completa, que no ha hecho bastante.
Acaso ya adivina que la muerte lo reclama y antes de abandonar la
vida terrenal, dice al hermano Cipriano, algunos días antes
de su final como ser animado, hecho que ocurre en Ploermel el 26 de
diciembre de 1.860: "Hijo mío, a ti te encargo que termines
mi obra". Por su expreso deseo y respetando su memoria, los Hermanos
de esta Congregación, fieles a las intenciones de su fundador
(Hay que decir la expresión "su fundador" con que
se designa a Juan María Robert de la Mennais, es porque Gabriel
Deshayes, elegido en 1.821, Superior General de la Compañía
de María (Monfortianos) le dejó la dirección
efectiva de los Hermanos de Ploermel, permaneciendo como su superior
hasta su muerte en la fecha que ya ha quedado citada) pues bien, los
hermanos de la congregación se esfuerzan en su labor, impartiendo
en las escuelas la educación cristiana y la instrucción
a la juventud.
El apostolado misionero que dio comienzo en el año 1.837, continuó
en la misma línea en Guadalupe, Martinica, Senegal, Guayana,
San Pedro y Miquelón, Tahití y Haití.
Cierto que los acontecimientos de la política francesa repercutieron
en ellos y cuando se vieron expulsados de la mayor parte de los territorios
mencionados, ni dudan en trasladarse a Canadá. Quede perfectamente
claro que nos estamos refiriendo a épocas ya felizmente superadas,
no a la actualidad. Esta advertencia debe hacerse para que no existan
malos entendidos. En el año 1.876, la Congregación ve
reforzadas sus filas por una doble adhesión: La de los Hermanos
de Gascuña en el año citado, Congregación fundada
por Monseñor de la Croix d'Azollete, Obispo de Auch, y la de
los Hermanos de Santa María de Tinchebray, fundada por el sacerdote
Charles Agustín Duguy. Pero las malas épocas no han
pasado para la Congregación: en el año 1.903 es abolida
y expoliada en Francia lo que hace que el número de Hermanos
descienda de dos mil doscientos a poco más de un millar. Más
no por eso los que quedan pierden su fe, ni se desaniman, ni renuncian
a la meta que soñaron sus fundadores. La Congregación
consiguió mantenerse en su país de origen, Francia,
merced a que muchos de sus Hermanos no se sienten vencidos y desafían
los peligros y las posibles sanciones, trabajando en la clandestinidad.
Buscando nuevos campos de acción, la Congregación se
implanta en Bulgaria, Turquía y Egipto.
Su desarrollo cada día es mayor en Canadá donde ya estaba
presente a partir de 1.886. Se establece en España, Inglaterra
y los Estados Unidos. Pero existen otros países que están
más necesitados de la labor de la Congregación y así,
esta se va extendiendo por África, Uganda, Tanzania, Seychelles,
Kenia, Ruanda, Burundi y Zaire, y en América, Argentina, Uruguay,
Chile, y en Asia, el Japón. Los Capítulos Generales
sucesivos, paralelamente a la extensión territorial del Instituto
han complementado su organización e insistido sobre la unidad
fundamental que existe entre la vida religiosa y el apostolado. La
Congregación ha sabido adaptarse a los tiempos y por eso, superiores
y hermanos han comprendido que la eficacia de la acción depende
un mayor nivel de cultura, así como de una profunda vida espiritual
alimentada por los conocimientos bíblicos y teológicos.
Retrato, a plumilla, del fundador de la Orden, el reverendo Juan María
Robert de la Mennais.
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