Armorial (escudos)
Genealogía
Principios básicos
Genealogía
Como hacer un árbol genealógico
Onomástica /apellidos
El nombre de pila
Parentesco
Nobleza
Títulos Nobiliarios
Caballeros
Hidalguía
Nobleza en Hispanoamérica
Nobleza en Portugal
Corporaciones Nobiliarias
Corporaciones Paranobiliarias
Cofradías Nobiliarias
Casa Solar
Tratamientos
Ciencias Complementarias
Dinastías Reales
Heráldica
Heráldica general
Heráldica comparada
Heráldica en Hispanoamérica
Heráldica municipal
Heráldica eclesiástica
Heráldica militar
Heráldica nacional
Heráldica representativa
Empleo actual de la Heráldica
Simbología
Diseño heráldico
Banderas
Sellos
Órdenes Militares
Órdenes Religiosas
Órdenes Civiles
Bibliografía
Diccionario
Productos y Servicios
Muestrario
Foros
Foro público
Contacta
E-mail
Sugerencias y Reclamaciones
Redes sociales
Facebook
Twitter
Instagram
Blog
CONCEPTO DE CASA SOLAR O SOLARIEGA y CASA FUERTE


Casa solar o solariega y casa fuerte, son términos que engloban un concepto interdisciplinar, que interesa a la etnología, a la arquitectura, a la heráldica y a la historia del arte.
Usualmente se entiende por casa fuerte, aquella que además de ser el hogar y forma de vida de determinada familia principal, está concebida como bastión defensivo ante posibles ataques violentos de terceros.
Así, desde una perspectiva histórico-artística, podríamos definir la casa fuerte como una creación arquitectónica surgida principalmente entre los siglos XV y XVI y desarrollada en los dos siglos siguientes, que presenta una tipología peculiar de carácter autárquico y defensivo en un hábitat rural de economía agrícola y ganadera. Los ejemplos más antiguos conservados de esta arquitectura privada se remontan al siglo XV, diferenciándose de las construcciones señoriales, comúnmente conocidas como casas solariegas o solares, de la baja Edad Media fundamentalmente por el abandono de la función militar y por su organización más abierta, a imitación de los palacios urbanos. Así, la principal diferencia entre la casa fuerte y la casa solariega o solar, es la ausencia de elementos defensivos en esta última, de los cuales disfruta aquella.
Ambas, suelen presentar una planta cuadrada o ligeramente rectangular, y menos frecuentemente en forma de L, con dos bloques en ángulo. En general, constan de planta baja, piso de vivienda y falsa o desván, ordenándose los dos primeros en torno al amplio zaguán y a la sala, que suele ocupar casi toda la fachada principal, mientras que la falsa o desván presenta comúnmente ventanas adinteladas y, en contados casos, una galería de arcos de medio punto.
Elemento común a todas las casas fuertes, y sin duda el más representativo de ellas, es la existencia de una torre en esquina -cuadrada o cilíndrica- que defiende uno de los costados de la casa y la fachada principal, y que confiere un aspecto militar-defensivo a toda la vivienda, hasta el punto de que, además de presentar vanos aspillerados simples o en forma de gola para armas de fuego, interiormente cada uno de sus pisos es independiente, comunicándose únicamente con el correspondiente a cada planta de la vivienda.
Se hallan construidas con sillarejo y mampostería, reservando la piedra sillar labrada para las esquinas y enmarque de matacanes y vanos, únicos elementos que están tratados con una intencionalidad artística. Las puertas, abiertas en arco de medio punto en el centro de la fachada principal, presentan grandes dovelas y en la clave, o sobre ella, el blasón correspondiente, acompañado en bastantes ocasiones de divisas y fechas. Las ventanas de la planta principal, aunque muy reformadas, suelen llevar en las casas más suntuosas finas molduras en jambas, dintel y alféizar, a veces incluso con montantes labrados en piedra o en doble arco de medio punto. Los matacanes tienen también más interés ornamental que propiamente militar, por la animación que prestan a las fachadas. Algunas casas fuertes presentan adosadas, además de otras dependencias destinadas a los trabajos agrícolas, pequeñas capillas privadas.
Las casas fuertes de hidalgos e infanzones se concentran claramente en dos espacios geográficos: la montaña y el llano. Y también podemos señalar algunas diferencias entre ambos grupos geográficos: en la montaña suelen integrarse dentro de una localidad, por pequeña que sea, aunque no falten las de asentamiento aislado. En el llano se localizan siempre en campos y montes, a veces alejadísimos de los núcleos de población, y suelen ser de contenidos más campestre y ganadero, con corrales, y de bastante magnitud, pues incluyen viviendas para pastores y labradores; y aunque nunca falte la mansión para el propietario, solía ser accidental, ya que éste residía habitualmente en su casa-palacio dentro de las importantes villas, cuyo matiz semiurbano es bien manifiesto, a diferencia con la inmensa mayoría de los pueblos de montaña, de contexto mucho más rural. Menor empaque bélico revisten estas casas fuertes cuando la torre es cilíndrica. En algunas casas infanzonas, la fortificación se manifiesta simplemente en algún cimiento auxiliar -buhardas amatacanadas, etc.
Una simplificación es la vivienda del hidalgo en forma de torre, o torre vivienda, que hoy rara vez ha conservado el remate fortificado.

En lo que se refiere a las casas solares o solariegas, se ubican normalmente dentro del casco urbano, diferenciándose unas de otras en suntuosidad, dependiendo de los materiales empleados en su construcción, habitualmente los de la comarca donde esté radicada la casa, así como de la potencia económica de sus moradores. Estas posibilidades influirán también en los materiales, cuyo precio puede ser definitivo a la hora de su utilización; así, la piedra, abundante en la zona montañosa, es escasa, de mala calidad y por lo tanto cara al deber ser importada en el llano. En cambio será de excelente calidad, donde no hay piedra, el ladrillo cocido, así como el adobe (de nombre egipcio y tradición romana) y el «tapial» entre tableros, atribuido a los constructores musulmanes, pero de origen romano. Las galerías de arquillo de medio punto que rematan los edificios de tres alturas de las casas señoriales de los siglos XVI y XVII las hallaremos en casas de la burguesía y aun de labradores y en no pocas iglesias, como una solución que eleve la escasa altitud de algunas y la monotonía de los grandes muros de ladrillo con escasos vanos.
El aislamiento de los pueblos, relativamente grandes y, durante mucho tiempo, con pretensiones de solución de la mayor parte de los problemas económicos, la pobreza de las tierras y la necesidad de no disgregar a través de las herencias el patrimonio familiar, obliga a que las casas atiendan no sólo a la mera habitación, sino al concepto global económico, social y jurídico de la familia. El edificio es inseparable de las tierras y la hacienda, de las personas y de su trabajo, de los animales de labor y de las provisiones procedentes del corral, de suerte que la cuadra será más cuidada, en cuanto a su emplazamiento, que los dormitorios de las personas. Masaderas casi siempre y rara vez hornos que serán comunales, bodegas en la mayor parte de las casas de la zona seca y desde luego falsas desvanes o graneros para orear y secar productos y para almacenar grano o utensilios, serán piezas obligadas. La alimentación exigirá el corral con gallinas, conejos, palomar, zolleta para el tocino, almacenamiento de las talegas de trigo para la harina, el secar sobre cañizos determinados productos agrícolas, colgar verduras o frutas de estación para conservarlas, y despensas de grandes dimensiones donde se pueden guardar alimentos para mucho tiempo; jamones o cecina y orzas con adobo pueden completar las previsiones que la «casa» hará de forma sistemática para una larga temporada.
Instituciones como la del «primogénito» con exclusión de los segundones, influyen en la disposición de las viviendas, que han de tener en cuenta la convivencia de los «amos» con los «jóvenes» y, en determinadas circunstancias, con jornaleros o servidores. El fuerte sentido económico que se otorga a las bodas, con largas y complicadas capitulaciones y vistas, ajustes económicos cicateros y dependencia absoluta respecto de los intereses de la «casa», la ordenación social de ésta en relación con los trabajos agrícolas —cuadra, corral, con el carro y los aperos, especialmente el arado— y el importante papel del ganado (pastores profesionales, pequeños rebaños que apacientan los niños) influyen en la distribución de las viviendas de dos plantas por lo menos y con frecuencia de tres y bodega subterránea.
Por otra parte, la vivienda se construirá y emplazará en función del clima y de las exigencias de todo orden del pueblo a que pertenezca, así como del género de vida de sus habitantes. También serán fundamentales las razones históricas, las fundaciones «ex novo», la ocupación de núcleos habitados por musulmanes y judíos y su adaptación a los repobladores, el abandono de pueblos («pardinas») y la ampliación de otros con aparición de nuevos barrios o relegamiento a morerías y juderías de los anteriores habitantes.
Independientemente de las diferencias por zonas históricas, climáticas y económicas, la casa solariega, con diferentes muestras de ostentación o riqueza, se configurará según un esquema de patio o zaguán, centro de la vida de relación, vinculado con el «atrio romano» por la función que no por la arquitectura; cocina, en donde se guisa, se come, se conversa alrededor del hogar y se recibe a los familiares e íntimos; el «comedor de respeto» que sólo se usa en ocasiones solemnes o festivas o para recepción de ausentes; la «sala» con las mismas funciones de solemnidad y cerrada la mayor parte del tiempo; dormitorios con escasas o ninguna comodidad y mobiliario y menosprecio para los servicios higiénicos, relegados al corral o a instalaciones elementales sobre pozos sépticos. Forzosamente la bodega estará en un sótano o en la planta baja y en ésta, con el acceso desde la calle por el patio, la cocina, la cuadra y el corral e instalaciones como la despensa y cuartos para alivio de los trabajos diarios. El comedor, la sala y los dormitorios en la planta superior, siempre con balcón abriéndose a la sala.
Los materiales de construcción serán el sillarejo pequeño, la piedra de cantería, el ladrillo, el adobe y la superficie del tapial determinarán los exteriores y los vanos, que estarán en función del clima y del material de construcción. La fabricación del ladrillo y del adobe amén de la teja, provocarán abundantes alfarerías, sobre todo en las zonas de excelentes arcillas. La piedra servirá para adornar y alegrar con cercos, zócalos y alféizares o esquinas, ventanas, bajos de paramentos y otros lugares de los muros de ladrillo y más raramente de adobe. Guardacantones en las esquinas protegerán a éstas del roce de las ruedas de los carros.
Cada tipo de casa determinará distintos mobiliarios e instrumentos domésticos, de especial interés los dependientes del hogar y de la vida social como la banca, con alto respaldo, mesa plegable, cama a veces, asiento del cabeza de familia y con puestos distribuidos. En general, el mobiliario simple y duradero; sillas de asiento de anea y armadura de madera, camas de hierro, arcones antes que armarios para la ropa. Las labores locales de carpintería, herrería y forja para hierros de balcones y rejas, trabajos domésticos de limpieza, reparación y blanqueado, complementan lo que puede decirse de la casa solar con carácter general.
La zona de montaña, con temperaturas frías, nieves y lluvias copiosas, abundancia de piedra de construcción y escasas influencias moriscas, es muy bien conocida. Cubiertas con fuerte inclinación, grandes chimeneas, patios con empedrado de guijarros, leñeras, enormes campanas en la cocina, grandes puertas en arco de medio punto para entrada.
En la falda de la montaña, de clima más suave, menores precipitaciones, alternan la piedra y el ladrillo como material, cubren con tejados menos inclinados y provistos de teja árabe, aumentan los vanos en número y dimensiones y aparecen desde el Renacimiento las series de arquillos de medio punto en la planta superior; también ostentosos aleros de madera labrada. El ladrillo se impone hacia el sur. El cultivo de la vid y de los cereales dará importancia a la bodega y al granero.
En el llano, de clima seco, continental extremado, escasa en canteras de piedra sillar, pero con arcillas excelentes, utiliza ladrillo, adobe y tapial, y conserva la tradición urbanística y constructiva de los musulmanes, con decoraciones de yeso y alabastro, combinaciones mudéjares de ladrillo y enlucido o blanqueo de los exteriores.

El distinguido jurisconsulto del siglo XVII don Juan Francisco de Montemayor y Córdoba de Cuenca señala uno de las más valiosos y definitorios privilegios: la posesión del palacio o casa solariega: «...teniéndose aún hoy por más respetados y autorizados (como lo son en Vizcaya) los infanzones poseedores y señores de las casas solariegas o palacios, a que llamamos conocido solar, o casal (siendo el fundamento principal y preciso para hazer la salva foral y probar en propiedad la infanzonía) que los demás hidalgos y parientes que proceden de las dichas casas o casales». El mismo autor, citando al forista Sessé, afirma que el ostentar la propiedad de palacio o casal «en nuestro reyno es suficiente para justificar la posesión de la hidalguía o nobleza».
Abundando en lo anterior, se puede añadir que las Reales Audiencias y Chancillerías al dictar sentencia en los procesos de hidalguía distinguía dos tipos; sentencia sobre hidalguía de solar conocido, y sentencia sobre hidalguía de inclusión. La redacción de las de solar conocido contenían aseveraciones del tipo siguiente: «...como descendientes todos legítimos por línea recta masculina del Casal antiguo de hidalgos e Infanzones notorios de renombre y apellido de X del lugar de V, son Caballeros e Infanzones de sangre y naturaleza casa y solar conocido... ».
Así, se puede apreciar como el solar, componente material y visible del linaje, llega a ser considerado como su raíz y fundamento; al solar resultan transferidas, de algún modo, la cualidades del propio linaje y muy especialmente la nobleza. Allí donde resida un hidalgo o infanzón, aunque sea con la mayor modestia, aunque se trate de una humilde cabaña que ostente orgullosamente sus armas sobre la puerta, puede considerarse como un autentico palacio o casal.
Los fueros de cada región también consagraban la inmunidad o derecho de asilo de que gozaban tanto las iglesias como los palacios y solares de los hidalgos infanzones. En palabras del insigne genealogista don Juan Matías Esteban y Eraso (Zaragoza, 1564-1631) «la casa del infanzón nadie la puede violar ni sacar de allí persona alguna, que allí sea segura, sino que sea ladrón, o traidor el que allí se acogió. Y esto mismo tienen las casas de los nobles y de los caballeros».
Para concluir, es importante poner de manifiesto que la unidad social no es la familia ni el individuo, es la Casa, es decir, la familia más su pasado histórico, más la casa-habitación y sus dependencias, más sus establos y ganados, más sus tierras, más el rango social que de todo eso se desprende. Usualmente la Casa tiene su nombre propio, independiente del que llevan las personas y con predominio sobre este; unas veces, coincide con el nombre y/o apellido de sus moradores o con el de alguno de sus antepasados, y otras muchas veces obedece a un mote, apodo o sobrenombre, cuyo origen se pierde en la memoria. En efecto; no se dice el ganado o el prado de fulano o mengano, sino el ganado, el prado de tal Casa. Cuando se nombra a una persona, no se enuncia el apellido, sino el nombre de pila, seguido del de la Casa; y en la consideración de que se es objeto por parte de los convecinos entra en gran proporción el prestigio, la antigüedad y la posición social que se atribuye a la Casa natal. En definitiva, la Casa es una acumulación de esfuerzos llevados a cabo por la sucesión de generaciones que la han enseñoreado, que desembocan, como no podía ser de otra manera, en un conjunto de afecciones y recuerdos.
Los asentamientos se consideran el solar del linaje, su garantía de continuidad frente al relevo de las generaciones (la aspiración humana ante la limitación de la vida) y uno de sus signos que demuestra a los demás la realidad de su existencia.


Bibliografía

-Beltrán Martínez Antonio, «Casa» en Gran Enciclopedia Aragonesa, Zaragoza, Unión Aragonesa del Libro, 1980-1987, 12 vols. y 4 apéndices.
-Brioso y Mayral, Julio, Infanzones Aragoneses, Zaragoza, Ibercaja, 1992.
-«Casas Fuertes» en Gran enciclopedia aragonesa 2000, coordinador Vicente Miguel Alonso García; redactores Alejandro Duce González [et al.], Zaragoza, El Periódico de Aragón, Prensa Diaria Aragonesa , 2000, 16 vols.
-Cimadevilla Sánchez, Pío, Repertorio heráldico leonés, León, Diputación Provincial de León, 1995, 2 vols.
-García Guatas, Manuel, «Casa Solariega» en Gran Enciclopedia Aragonesa, Zaragoza, Unión Aragonesa del Libro, 1980-1987, 12 vols. y 4 apéndices.
-Menéndez Pidal, Faustino, La nobleza en España: ideas, estructuras, historia, Madrid, Fundación Cultural de la Nobleza Española, 2008.
-Nicolás-Minué Sánchez, Andrés J., «Grados de la nobleza de Aragón según don Juan Matías Esteban y Eraso», en Hidalguía, nº 316-317, Madrid Ediciones Hidalguía, 2006.
-Vicente de Cuéllar, Benito, Los procesos de infanzonía en el Reino de Aragón, Madrid, Revista de Derecho Procesal Iberoamericana, nº 1, Colegio Nacional de Secretarios Judiciales, 1981.

 
     
Quienes somos
Heraldaria, Tfno. 679967307. Correo electrónico: heraldaria@gmail.com
 
Política de Privacidad
Heraldaria © 2024